Antecedentes del teatro en México (Forma evangelizadora)
Al
igual que con las demás formas de arte ya mencionadas, el teatro fue, quizá con
mayor importancia que las otras, una fuerte herramienta de la que se valieron
los españoles para evangelizar a los indígenas en nuestro país. Mediante obras
de teatro sencillas presentaban la vida de Jesucristo, su Pasión y su Muerte.
Muchas de las lecturas halladas en el Nuevo Testamento fueron representadas en
mayor o menor medida para su simple comprensión. Las conocidas “pastorelas” hoy
en día son fruto de aquellas épocas remotas, en donde se utilizaban vestimentas
muy sencillas pero adecuadas, músicalización también bastante simplificada,
cantos, bailes y actuación alegre. Un siglo duró esta práctica meramente
evangelizadora.
Teatro en el siglo XVII
Sor
Juana Inés de la Cruz es considerada una de las primeras defensoras de los
derechos de la mujer en nuestro país. Cuando sus escritos alguna vez dejaron de
ser de carácter religioso, recibió una llamada de atención por parte del Obispo
bajo el cual ella era subordinada. Ella contestó aquello diciendo que lo
seguiría haciendo dado que tenía derecho a hacer lo mismo que los religiosos
varones hacían en esa misma época. Era una figura ejemplar en genialidad, no
solo era escritora, sino que también tocaba varios instrumentos. Por otro lado,
aunque su principal campo temático fue la poesía, escribió algunas comedias y
autos sacramentales (especie de obra de teatro con tema puramente religioso).
“Los Empeños de una Casa” y “El Cetro de José y el Divino Narciso” son dos de
sus obras con tintes teatrales más memorables. También realizó obras dramáticas
el escritor Juan Ruiz de Alarcón a finales de este siglo XVII.
Teatro durante y después de la guerra de Independencia
El teatro en México se vio
gravemente aturdido por todo lo que la Independencia implicó. El descontento
generalizado de todo el país pondría las ideas y la creatividad en otro sitio,
y los lugares para llevar a cabo teatro no eran abundantes. El país cayó en un
bache cultural, pero logró el premio mas anhelado por el ser humano: la
libertad.
Cuando todo pasó a un clima
de tranquilidad ahora cuando menos respirable, las cosas regresaron a una
normalidad relativa, y los escritos empezaron a fluir. Sobresalieron entonces
autores románticos como Fernando Calderón y Manuel Eduardo de Gorostiza. Por
éstas épocas se creó en México el concepto de “zarzuela”, y muchas obras
prosiguieron bajo ese estándar. Se convirtió en una de las formas de teatro más
populares de entonces.
La zarzuela tenía tintes
españoles, pero la mayor parte de las veces trataba sobre temas mexicanos. A
finales del siglo anterior y a principios de este, se hizo mucho énfasis en que
los actores hablaran con acento español, práctica que aún prevalece en nuestros
días.
EL TEATRO MEXICANO “EN UN MOMENTO DE MAYOR RIESGO Y EFECTIVIDAD”
Por Claudia Solano
Muchos todavía recuerdan con cariño Desaire
de los elevadores, que llegó a Guadalajara en el otoño de 2008 con
una gran alberca y Fernando Becerril, Edwarda Gurrola, Aída López y Fermín
Martínez, entre otros actores de la ciudad de México. En aquella ocasión estuvo
dirigida por la estadounidense Tea Alagic, y a finales de mayo de este año el
texto regresará, pero con dirección de su autor, Alberto Villarreal, nuevamente
al teatro Experimental de Jalisco. El elenco será tapatío, y darán vida a la
obra tras un proceso de montaje que comenzó los primeros días de mayo. Como
antesala, Ensayo sobre débiles,
escrita y dirigida por Villarreal con su compañía, Artillería
Producciones.
Para
conocer más de este incansable autor y director mexicano, quien además ha
publicado poemarios e incursionado en el mundo cinematográfico, una charla a
propósito del teatro en México, y las producciones con que llega a
Guadalajara.
Alguna vez, Enrique Olmos de Ita comentó que el teatro mexicano
sólo se mira al ombligo y no realiza trabajos con la internacionalización en
mente. Pero usted ha procurado un enlace constante con artistas escénicos de
otras latitudes
“Ha sido por curiosidad el trabajar en otros países, con otras
personas, otros idiomas. No hay otra forma de descubrir los valores de tu
propio idioma hasta que trabajas en otra lengua. Si no trabajas otras
teatralidades, de otros países, no notas lo que es similar y distinto con el
propio, las ventajas y desventajas del teatro mexicano. Estas colaboraciones me
han ayudado a valorar mucho más nuestra situación teatral a escala mundial,
entender dónde estamos y dejar de pensar localmente. Ver qué tanto se conecta
nuestra mirada del mundo. Así nacióDesaire
de los elevadores, en una residencia en el Lark Center, de Nueva
York, un lugar donde confluyen dramaturgos de todo el mundo, hay dramaturgia
rumana, boliviana, china, japonesa, en un entorno de trabajo bastante serio,
que me permitió trabajar este proyecto no sólo con mi mirada”.
También llama la atención su participación en becas, estancias,
intercambios y demás apoyos artísticos
“Bueno, en
mi caso, no sé hacer otra cosa ni me propongo más que vivir intensamente del
teatro, la literatura y la cinematografía, y dentro de estos constantes viajes
he podido valorar la infraestructura mexicana con la que contamos para poder
dedicarnos con intensidad y cuidado a la labor creativa. Tenemos herramientas
muy buenas en México para poder crear. Claro, hacen falta más, hay que luchar
por mejores condiciones, pero mi intención ha sido tomar lo mejor, lo más
práctico para desarrollarme como artista, estar en el aprendizaje constante, el
trabajo sostenido y disciplinado y esto me lo permite, apoyos, becas, premios y
programas internacionales, que te permiten conocer otros colegas”.
Y en este sentido ¿cómo percibe al teatro que se hace en México?
“Hay una
enorme ganancia en el teatro mexicano. Lo veo con bastante optimismo. Las
generaciones que preceden la mía han sido muy generosas, Luis Mario Moncada,
Jaime Chabaud, fueron personas que a mi generación nos abrieron las puertas con
entusiasmo e interés por lo que teníamos que decir y esto se convirtió en una
tradición. Nuestro teatro se convirtió más incluyente, con mayor
profesionalización e interés. Los discursos son ahora mucho más personales y
hay una efervescencia de modelos teatrales, del cuerpo, de texto, de grupo,
unipersonales. Más sólidos. Creo que esto se ha dado de una forma lenta pero
sólida. Hay una infraestructura teatral a nivel mental y discursivo que genera
mayor fuerza en la propuesta. Tenemos todos estos nuevos dramaturgos entre 20 y
25 años de edad, que escriben bastante bien y son consientes del tipo de teatro
que quieren hacer. Comienza a ser un momento de mayor riesgo, efectividad e
internacionalización. En decenios anteriores el teatro no buscaba moverse, era
algo muy local. Y también cambia la aguja de la centralización. Jalisco, San
Luis Potosí, Monterrey, Baja California y otros sitios, ofrecen muy buen
teatro”.
¿Y siente que todo este crecimiento se ha acompañado de público?
“Sí hay un público que lo acompaña, no es masivo, por supuesto,
pero hay gente muy interesada y sensible, afortunadamente. El público de ciudad
de México, que es el que conozco bien, es más joven, entre 20 y 30 años la
mayoría que asiste al teatro, porque comienza a dialogar con ellos, la balanza
se mueve hacia públicos más jóvenes con su nuevo discurso escénico, la forma de
hablar y experimentar cambió mucho en los últimos años con la Internet y la
gran movilidad de información que tenemos, y el teatro se adapta a esta nueva
velocidad. El espectador contemporáneo vive una revaloración del hecho teatral,
creo que entre más ‘virtualizado’ el mundo, el teatro tendrá mayor fuerza,
porque es el arte de lo concreto, de lo directo. También destaca que han sucedido
éxitos teatrales, en términos de asistencia, que cuentan con un enorme perfil
de exploración, ahí está Incendios [dirigida por Hugo Arrevillaga], Más
pequeños que el Guggenheim[escrita y dirigida por Alejandro
Ricaño], y en ese orden se encuentra Ensayo sobre débiles, cómo
trabajar el hecho teatral de una forma distinta”.
¿Qué ha sucedido con los cuestionamientos sobre la relación entre
el público y el teatro con los que comenzó la obra?
“Las
preguntas siguen siendo las mismas, porque son muy abiertas y no buscan la
solución. Son simplemente detonantes, espacios que llevan a plantearnos una
serie de escenarios extraordinarios; es interesante cómo el público juega con
lo que es ficción y real, con la violencia sobre alguien expuesto y
desprotegido. Son preguntas sutiles sobre la convivencia en general, una
maqueta de la sociedad que finalmente es el teatro, y otra cosa, ha mostrado la
necesidad de las personas de ser escuchados en el espacio público”.
Ahora, usted escribe y dirige sus obras, pero también ha dirigido
textos de Jaime Chabaud, Enrique Olmos de Ita y Edgar Chías, entre otros ¿qué
busca en la dramaturgia de otros que lo anime a dirigirla?
“Han sido
proyectos de afinidades temáticas y colaboraciones en casi todos los casos.
Primero, hubo una afinidad entre personas, el encuentro y las ganas de hacer
algo juntos, porque tenemos una visión similar o antagónica. Lo importante es
mantener la diferencia de las voces, que el texto viva y replantear algunos
puntos de vista que comparta o no, y lograr un diálogo entre escena y
‘textualidad’. Heiner Müller, decía que hay que hacer que la dramaturgia discuta
con la puesta en escena, que tiene que ser una dialéctica y una
confrontación”.
¿Y qué contraste encuentra entre dirigir sus textos y de otros
dramaturgos?
“Es más
difícil trabajar con los textos propios, ya que debes tomar distancia de él.
Cuando eres tu mismo autor y director, debe ganar el director, que es quien ve
los sucesos directos de la escena. Como escritor te resistes a borrar ciertas
líneas aunque el director sabe que no van a funcionar. En la puesta en escena,
siempre debe ganar el director”.
Cuéntenos sobre el proyecto en Guadalajara para Desaire de los elevadores, que
dirigirá por primera vez
“Han
pasado cuatro años desde el cierre del texto. Al volver a él después de este
tiempo, encuentras cosas que como autor ya no te agradan tanto. Habrá que
ajustarla para hacer la puesta en escena que había imaginado, con un sistema de
agua que los actores accionan sobre sí, trabajaremos con enormes cantidades de
agua en una escenografía de Julia Reyes Resana. Y tendremos muy poco tiempo
para montarla, lo que implica comprimir, ya que no puedes hacer un proceso
menos detallado, aquí trabajaremos siete horas todos los días para llegar al
estreno. Y es parte de mi búsqueda personal, trabajar en otras ciudades, con
otros creadores, y probar las ideas que hemos desarrollado en Artillería”.
La crisis del teatro en MéxicoJosé Caballero
Que dicen que el teatro está en crisis. Otra vez. Sin embargo, quien tal
noticia me trae se refiere más que nada a la escasez de público. Cosa curiosa, durante
los últimos treinta años el interés de las nuevas generaciones por hacer teatro
no ha menguado y, sin embargo, el público no ha crecido en la misma proporción.
Seguramente una buena parte de la afición ha decidido abrazar la profesión
escénica. Cierto que muchos se desvían a la cinematografía, ahora que Diego,
Gael & Co. parecen haber abierto una brecha en el muro hollywoodense, pero
el interés de los actores y demás creadores teatrales por seguir adelante no
mengua. Como prueba no sólo hay que presenciar el apiñamiento de teatreros en
la Unidad del Bosque, el Centro Cultural Universitario, el Centro Cultural
Helénico y el Centro Nacional de las Artes, sino dar fe de las participaciones
de espectáculos hechos en México en festivales internacionales, de la rebatinga
que se organiza en cada Muestra Nacional de Teatro, de la triplicación del
presupuesto y la adquisición de una sede para la Compañía Nacional de Teatro,
del éxito de ciertas producciones comerciales presuntamente serias, como Doce
hombres en pugna, de la culminación de un proyecto tan saludable como el
teatro El Milagro, del surgimiento de foros capitaneados por las más recientes
generaciones como El Quinto Piso, del hecho de que se sostengan proyectos como
el teatro de La Capilla y el Foro Shakespeare, o de la renovación de altos
vuelos que llega a nosotros cuando los propios Diego y Gael no quitan el dedo
del renglón e insisten en hacer teatro con sus envidiables recursos, trayendo a
John Malkovich aunque sea a dirigir.
Con todo, es verdad que el público escasea en la mayoría de las
producciones. Personalmente sostengo que se debe en buena medida a los precios
de las entradas, porque en la UNAM siempre hay público.
Otro factor determinante es sin duda el publicitario.
En la difusión de la oferta comercial, es obvio decirlo, participan con
entusiasmo las empresas con intereses proyanquis. Todo lo que tenga aroma a
cultura del primer mundo será apoyado por los medios que les ha concesionado el
Estado mexicano. La difusión de lo que no alcance tan exquisito nivel estará
condenado al canal 11 y TVUNAM, porque en el 22 tendrá que competir
con lo que se anuncia por los canales de las empresas privadas. La oferta
cultural, larga como la Cuaresma, deberá conformarse con un cuadrito en tiempo
libre, prodigarse por internet y acogerse al milagro de boca en boca.
Ni qué tratar de convencer al Estado mexicano de la importancia de la cultura
viva nacional. Para el Estado, cultura son los sitios arqueológicos (que dejan
buenos ingresos), los homenajes con caché y aun éstos se
atienden como a un mal necesario, nomás pa' que no anden diciendo por ahí que a
las autoridades no les preocupa la cultura. Aunque su verdadera preocupación en
este rubro es que no hagan olas, especialmente los trabajadores sindicalizados
que las traen todas consigo.
¿Crisis en el teatro? ¿Y qué me dicen de la poesía? ¿Cuánta gente lee a
los poetas mexicanos, sabe quiénes son, recita apasionadamente sus versos?
¿Algún habitante del país no ha oído hablar de Frida, ahora que es marca de
“productos de belleza”? Pero las obras de los pintores del último tercio del
siglo xx para acá, ¿cuántos las conocen? ¿Las de los escultores? Como no sean
las piezas de Sebastián, que bizarras y anónimas (para el pueblo llano)
cabalgan por media República… ¿Acaso existen para el vulgo coreógrafos y
bailarines, músicos e intérpretes? Rolando Villazón es un prodigio alrededor
del mundo, ¿y cómo le va a la ópera en esta su patria? México es tierra de
deportistas y artistas de la tele, y de aquellos que tienen éxito fuera del
país, entendido por éxito lograr insertarse en la producción artística
estilo americano. A ver, nombre tres directores de cine mexicanos
que no hayan hecho una película en Hollywood. ¿Ah, verdá?
Y si esto sucede en el mundo del arte, ventana al alma de un pueblo, qué
pueden esperar los científicos sino que alguien se entere por ahí, en París o
en Estocolmo, de su vida de sacrificio, para que alguno reciba acaso un
merecido reconocimiento. No digamos que los incluyan en el gabinete del
cambio made in USA. Sólo entonces merecerán
un espacio en el noticiero de López Dóriga y se sabrá de ellos en los hogares
de la gran familia mexicana.
Total, que la tal crisis del teatro mexicano pareciera ser la crisis de
la cultura mexicana, de su originalidad y su influencia en la cultura
universal. Por lo que se ve, estamos destinados a desaparecer en un modelo de
producción cultural única, pues en ello se empeñan las empresas que “están
contigo en los grandes eventos”, como bien señala Alessandro Baricco en su
libro de ensayos Los bárbaros. El vino que se consume en todo el
mundo es estilo americano, el futbol se ha ido americanizando, lo mismo la
producción editorial. Así sucede con toda actividad cultural y el teatro
mexicano no iba a ser la excepción.
Sin embargo, en lugares lejanos a los focos de la globalización,
aguardando por la crisis económica mundial, artistas de todo tipo, incluso
teatrales, hijos de la pasión y el esfuerzo, cultivan su parcela. Como la
hierba que crece entre las ruinas de las civilizaciones, los hombres de la cultura
habrán de florecer. Saben que el frenesí global es un sueño pasajero, y que la
cultura viva respira diariamente en los cuerpos de los hombres.
¡Ah, cómo me hubiera gustado terminar con un párrafo como el anterior!
Lleno de lirismo y fe en el mañana… Pero no. Hoy todos somos gringos, de Pekín
a Yucatán, de Roma a Buenos Aires. Usted decide a qué avión se sube y en qué
páramo abandona la carreta de Tespis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario